domingo, 17 de enero de 2010

Argentina 2010: el año de la nueva televisión

Se acabó un año de intenso debate para la televisión. Se adoptó la norma técnica para las emisiones de señales de televisión digital y se definió el modelo a través del cual se accede a las licencias de medios audiovisuales.
Por Jorge Crom*
Se acabó un año de intenso debate para la televisión. Se adoptó la norma técnica para las emisiones de señales de televisión digital y se definió el modelo a través del cual se accede a las licencias de medios audiovisuales. Se asignó espectro radioeléctrico a la televisión estatal. Se constituyó el Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre y su consejo asesor, la flamante Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado, el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual y la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) que será la autoridad de aplicación de la Ley de Medios Audiovisuales. Judicialización de por medio, el 2010 será la puesta en práctica del modelo elegido.
Cabe entonces preguntarnos para qué nos sirve la televisión digital a los argentinos. En el nuevo modelo de comunicación elegido la respuesta es evidente. En las últimas décadas, la televisión paga por suscripción, por cable, por satélite y por aire codificada, tuvo un desarrollo que colocó al país a la cabeza de las estadísticas mundiales, mientras que la televisión abierta y gratuita entró en un largo letargo. El nuevo escenario de la televisión digital conjuntamente con el nuevo modelo comunicacional elegido permitirá darle impulso la televisión abierta con mayor diversidad de señales, licenciatarios y oferta de programación.
Esto se convertirá en una oportunidad para la producción y distribución de contenidos digitales, un lugar donde ya se viene realizando con éxito la exportación de enlatados, de formatos y la realización de coproducciones y que, con el aumento de horas de emisión en el nuevo modelo, impulsará aún más esta tendencia. La aparición de señales de contenidos dirigidos a segmentos verticales específicos, como salud, educación, comunidades, seguridad o gobierno, serán otro estímulo para la industria de los contenidos. Nuevas modalidades de publicidad, auspicios y participación podrán expandir el negocio de la televisión permitiendo el desarrollo de nuevos modelos de negocios en torno al contenido.
El mercado demandará también decodificadores y televisores digitales que estimularán la producción industrial local y el desarrollo de software de aplicaciones. Las emisoras deberán instalar nuevas plantas transmisoras, sumando un mayor requerimiento de productos y servicios asociados.
La irrupción de las tecnologías de comunicación de gran ancho de banda, las técnicas de compresión de señales, el uso del protocolo de IP y la universalización de internet dan lugar a nuevas formas de hacer llegar los contenidos televisivos a los usuarios. YouTube, el sitio de video de la web que Google adquirió hace algunos años, es el mejor ejemplo de ello: una televisión en internet con millones de contenidos, cuya gran mayoría son generados por los propios usuarios. Si a esto le agregamos la comunicación inalámbrica de banda ancha y el desarrollo de teléfonos móviles multimediales, tenemos la televisión móvil. En suma, la televisión que conocemos explotará técnicamente en una infinidad de nuevas televisiones.
Por otra parte, las transmisiones digitales por aire utilizadas por la televisión digital terrestre, requieren un menor uso de un recurso natural escaso, como es el espectro radioeléctrico. La ocupación que de éste hace hoy un canal analógico es 5 a 6 veces mayor al que requiere un canal digital con similar definición. A la vez, la tecnología digital facilita la multiplicación de señales a ser transmitidas con la ventaja de que las repetidoras de las estaciones de televisión digital pueden usar exactamente la misma frecuencia sin temor a interferencias entre sí, generando así una enorme economía en el uso del espectro.
En la puja por las nuevas oportunidades, ya se avizora la combinación comercial de varios servicios como es el caso de la telefonía, el acceso a internet y la televisión bajo el llamado triple play. Las telefónicas ansían poder ofrecer este combo y luego ampliarlo a sus más de 40 millones de abonados con la televisión móvil. La innovación tecnológica haría posible una televisión digital ubicua: poder ver televisión siempre, en cualquier lugar y con cualquier tipo de dispositivo, sea un televisor, una computadora, una laptop, un netbook, una tablet PC o un celular.
Pero no todo lo que la tecnología permite, es necesariamente los tenemos que hacer. Nos quedará a nosotros aprovechar el cambio tecnológico para pagar una deuda de inclusión social, integración cultural y desarrollo industrial. El ecosistema de infraestructura, dispositivos y contenidos que se podrá crear en torno a la televisión digital nos da una oportunidad de impulso tecnológico industrial, de desarrollo de la producción de contenidos no sólo para tener una mejor televisión de entretenimiento, sino como herramienta de cultura, educación y participación, facilitando la multiplicación y diversidad de voces. ¿Podremos aprovechar esta oportunidad? Tenemos la posibilidad de construir una sociedad fuerte en conocimientos y habilidades digitales basada en valores democráticos. Es una oportunidad para no desperdiciar en el inicio del bicentenario. Las condiciones están dadas.

* Ingeniero Electromecánico, especialista en Telecomunicaciones


Oscar Steimberg: “Con la ley de medios, inventamos o perdemos”

El semiólogo reflexiona sobre la nueva norma audiovisual y su impacto en un mapa mediático concentrado, que abrirá la posibilidad de sumar nuevas voces y diversificar la información. El semiólogo y escritor argentino Oscar Steimberg asegura que ante la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual “no importa que la calidad no sea excelente, pero sí importa que ya no van a ser los mismos de siempre los que decidan los contenidos y la programación”. A continuación, el docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA reflexiona sobre los formatos, contenidos y géneros del medio más popular.
Ficción, telenovelas y costumbrismo. En la Argentina desde hace varias décadas, la telenovela fue producida pero también probada como lugar de experimentación, de producción de novedades. La historia de la telenovela en Argentina es muy interesante. Tiene tres grandes períodos: el clásico de las telenovelas con el melodrama de antes, las telenovelas que tenían una posición más abierta en términos de la definición, del contexto de la acción donde los personajes tenían que ver con lo que pasaba en el campo de la sociabilidad, de la economía, de la política. Pero este fenómeno no ocurre sólo en la Argentina. En una telenovela colombiana como Café con aroma de mujer, la protagonista es una mujer que primero es campesina, y llega a ejecutiva. Eso en la telenovela clásica no sucedía.
Las novelas de los últimos diez años tienen como característica una suerte de reflexión sobre sí mismas, a través de un tipo de comentario o humor sobre la telenovela misma. La posibilidad de que lo que la novela represente o designe como caracteres y personajes actuales influya en la sociedad, es bastante parecido a lo que podría ocurrir en una novela literaria. Mi madre hace muchísimos años solía tener un cuaderno donde anotaba frases de las novelas que leía y que para ella tenían un valor casi filosófico. En cambio, cuando se repiten los recursos del género, y parece que los personajes buenos tienen siempre una determinada característica social, ahí si creo que se empobrece el género.

Graciosos. La legitimación de los discursos a través del humor. En los últimos tiempos, los programas de información periodística adoptaron el humor como un ingrediente indispensable de sus contenidos y segmentos. Pero a pesar de que es algo que ya está instalado en la televisión actual, no existió siempre. Su surgimiento y expansión coincide con el momento en que empiezan a decaer los programas de humor o cómicos. Antes, en la radio por ejemplo, había programas cómicos que la gente escuchaba, sintonizaba especialmente, en determinado día y horario. Eso fue sustituido por esta inserción del momento cómico en cualquier programa. Creo que una de las razones de esto está relacionada con la crisis de los géneros tradicionales, de los medios y de la cultura en su conjunto. Es como si ahora todo el mundo debiera demostrar que puede recorrer espectros de géneros, y no existe ya la idea de que algo pueda hacerse específicamente de una manera diferenciada, permanente. El problema es que esto es asumido por gente que en realidad no tiene como propósito hacer un programa humorístico sino político. Entonces, muchas veces, el momento cómico queda convertido en un momento de argumentación, impugnación o de ataque, con determinadas características diferentes de todo el desarrollo de ese mismo programa. Es así como muchas veces el momento cómico es más un momento de burla, sin humor.

Noticias para Doña Rosa. En un fenómeno que excede la dimensión nacional, en los últimos tiempos surgió un nuevo modelo de comunicador, periodista o presentador de noticias, que se pone en el lugar de la gente y opina e informa desde ese lugar, quitándole densidad a la información y alivianando las noticias. Volviendo a la figura de Doña Rosa, están los que argumentan “es terrible, es grave” al presentar una noticia. Y creo que se vuelve muy aburrido ese tipo de tratamiento de la información. Cuando veo a ese señor que en lugar de informar trata de expresarse o de mostrar lo que le pasa, y trata de decir lo que siente acerca de esas noticias, muchas veces me dan ganas de decirle “pero escuchame, yo no estoy aquí para hacerte de confesor, analista o terapeuta, no lo soy, por qué me tenés que confesar todo el tiempo cómo te sentís, no me importa el estado de tu corazón en este momento. Caramba, sólo dame las noticias”. Justamente lo que se espera de ellos es que sean profesionales de la información.
Esto también ocurre porque se ha confundido una suerte de visión política cotidiana de todos los que no son políticos, con las intenciones de aquellos que defienden intereses muy precisos y buscan imponerlos. El hecho de que los partidos políticos se hayan convertido en un espacio borroso y que cada uno de los líderes, figuras o futuras figuras, tengan que demostrar su posición, hace que la información sea invadida por esa palabra que muchas veces no tiene profesionalidad porque no quiere tenerla, sino que busca estar del lado de alguno de los poderes que en esos momentos tiene que ver con la propiedad de los medios, por ejemplo.

Ley de medios e impacto en los contenidos. Tengo mucha expectativa respecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los cambios dependerán de lo que se haga con ella. Diría que sólo en parte depende de los poderes públicos, en buena parte depende de aquellos que estamos en zonas de la cultura en la que se supone que cada uno tiene un lugar o una manera productiva. Creo que esta posibilidad de que los organismos no gubernamentales, sociales de todo tipo y educativos, ahora tengan la posibilidad de manejar el espacio de un canal es algo realmente para celebrar. No importa que la calidad no sea excelente, pero sí importa que no van a ser siempre los mismos los que decidan los contenidos y la programación. Creo que tiene un enorme valor la sanción de la ley y que ahora habrá que asumir la responsabilidad de hacer algo. La posibilidad está. A partir de ahora, o inventamos o perdemos.

Noticieros televisivos: un género deshecho
En un principio, el noticiero de televisión fue una bifurcación visual de la matriz impuesta por la prensa comercial escrita. Información vinculada a la actualidad, tematizada y perteneciente sin equívocos al género de la no-ficción.
Por: Carlos Campolongo*
En un principio, el noticiero de televisión fue una bifurcación visual de la matriz impuesta por la prensa comercial escrita. Información vinculada a la actualidad, tematizada y perteneciente sin equívocos al género de la no-ficción.
Ya avanzados los ’60 en la Argentina conocimos un híbrido: el magazine. En los noticieros del mediodía se mezclaban noticias con recetas de cocina, horóscopos y médicos consejeros de dietas y cuidado de niños. Pero ya entonces aparecían crónicas construidas en base a la presunta presencia de extraterrestres, casas con fantasmas y todo aquello que podría recostarse más en la ficción. A veces demasiado banal.
El desarrollo del cable y los canales temáticos en la década del ’80 cambiaron ciertas características del discurso televisivo. La noticia pasó a ser un flujo constante y bastante repetitivo a lo largo de las 24 horas. Esto erosionó las bases del noticiero tradicional.
Por otra parte, la influencia de la TV en grandes audiencias dentro de la competencia comercial capitalista impuso otro fenómeno complejo como es la espectacularización de la noticia. Las noticias consideradas también como mercancías.
Convengamos que el fenómeno de espectacularización tiene diversas lecturas. Rigurosamente, bajo ciertas condiciones de contacto entre la mirada y la pantalla, la televisión no puede escapar de cierto epifenómeno propio de sus características de consumo y que, inevitablemente, permiten calificarlo de espectacularización; sin valoración negativa.
Ahora, si se articula con el sensacionalismo kitsch, el abuso del dramatismo, la imagen catastrófica como la más acreditada para construir la agenda de un programa de noticias, entonces ya la cuestión es más dudosa, ética y estéticamente. La imagen tiene doble filo: la potencialidad de su verosimilitud y la posibilidad de su desanclaje con la causalidad de un hecho. In extremis: nos fascina la imagen ablandando el proceso de comprensión intelectual. Ya de por sí, la noticia es un acontecimiento que tiene características necesariamente fragmentarias y la rutina periodística deja poco margen para conjetura o refutación de procesos causales, en base a argumentaciones. Se sabe que la velocidad, entendida como ritmo, acelera la sucesión de noticias. Salvo cuando se detienen, casi hasta el hartazgo, frente a las grandes conmociones.
Los noticieros tradicionales ocupaban el prime time, el horario más caro para pautar publicidad dentro de la programación de los canales generalistas. Nos estamos refiriendo a los abiertos. Por décadas, el conjunto de los noticieros acaparaba casi el 70% de la audiencia. Sin embargo, actualmente muchos de esos espacios han sido reemplazados por programas, con animadores sin temor a la idiotez, en donde la temática es la chismografía, la vida íntima de las estrellas y estrellitas (y de vez en cuando algún estrellado) con un lenguaje bastante rudimentario y con el único ingenio de estar jugando permanentemente con el doble sentido de implicancias genitales. Curiosamente, cuando ocurrió la crisis de finales de 2001, las primeras informaciones sobre la protesta, la ira, los cacerolazos y las marchas sobre Plaza de Mayo fueron conducidas por varios animadores de programas de espectáculo (¿?) hasta que llegaron las caras identificadas con los noticieros.
El tema es muy complejo y saber cómo evolucionará la denominada información es todavía más difícil. A continuación, sólo algunos señalamientos, absolutamente insuficientes:
La agenda es la noción que trata de buscar un consenso entre los especialistas en comunicación sobre la potestad que tienen los medios de establecer la visibilidad de ciertos temas y de otros no.
Han transcurrido varias décadas desde que Umberto Eco sistematizara las estrategias básicas de manipulación de la agenda de un informativo. Cómo jerarquizar las noticias, según tiempos, imágenes, lugar en el guión del noticiero y lenguajes que colaboren más o menos para su comprensión.
Por cierto que ello no es unilineal, porque las audiencias tienen también la posibilidad de construir sus propias agendas conforme las demandas y experiencia primaria de sus vidas cotidianas. He allí una negociación continua entre medios y públicos. Movimientos profundos en las sociedades que nadie puede controlar, ni la política ni los medios.
En un contexto signado por la pospolítica (visión tecnocrática que sólo administra, nunca instituye) la comunicación se transformó en una herramienta definitoria para la información y el control social. El núcleo problemático es la Babel de sentidos de las palabras información y comunicación. Los magmas informativos, de la sociedad hiperinformada no nos asegura igualdad (hay informaciones más y menos importantes sin igualdad de acceso) ni fraternidad (sabemos sobre la desintegración de los vínculos sociales, aislamiento e individualismo –que cierto discurso mediático exacerba–) ni libertad (si se fomenta el grado cero de compromiso político, indiferencia, apatía, pero promociona el consumismo permanente para ciertas capas sociales). Vida pública y privada ya no son el adentro y el afuera (Vg. talk shows de confesiones íntimas, grandes hermanos, shows del caño y ciertos políticos). Además, en la administración con baja intensidad política, una forma eficaz de movilizar emocionalmente a la gente es propagando muchas noticias que generen miedos (crimen, violencia, al otro, etc.).
La proliferación y circulación de la imagen ha estimulado más los aspectos emotivos que los cognoscitivos en el ser humano. Políticamente hablando podemos decir que vivimos la era de las emotioncracia o democracia de las emociones que son administradas mediante estrategias de poder. Cuando la organización sociopolítica es débil, los mensajes desde los sectores dominantes tienen más posibilidad de lograr efectos a corto plazo.
La información presente en una pintura no otorga el sentido pretendido por el artista y del que se apropia quien lo contempla. Para eso hace falta distancia y nosotros estamos en medio de cambios vertiginosos, inciertos pero desafiantes para la creación de mejores paisajes.

* Abogado, psicólogo y profesor titular en la UBA y en la UnLZ


De boba, nada
Ese aparato que reina en el centro del living, la cocina o el cuarto desde el que nos llegan a diario tiros, cataclismos, señoritas semivestidas, millonarios bailarines y pelotazos al arco, implica en sí mismo, una forma de ver y comprender el mundo. Es decir, el medio es el mensaje.
Por: Alberto Recanatini
Cuántas veces escuchamos a la abuela gruñir “¡Dejálo Marta, no ves que está hecho un zombi, todo el día pegado a la caja boba!”. Sucesivos estudios a lo largo de la historia del medio (no confundir con el aparato) llamado televisión, demostraron que la caja boba, de boba no tenía nada.
Ese aparato que reina en el centro del living, la cocina o el cuarto desde el que nos llegan a diario tiros, cataclismos, señoritas semivestidas, millonarios bailarines y pelotazos al arco, implica en sí mismo, una forma de ver y comprender el mundo. Es decir, el medio es el mensaje. En la actualidad el 97% de los hogares argentinos tiene un aparato y nuestras pupilas pueden recibir rayos catódicos desde 23 millones de televisores distribuidos en toda la geografía nacional. Por más que el hippy/ bolche/punk que llevamos dentro nos quiera convencer de lo contrario, la televisión nos atraviesa y modela permanentemente. El lenguaje televisivo invade la literatura, la música, el cine, la radio y hasta la estructura gramatical de nuestro lenguaje cotidiano. Nada escapa a la televisión y nadie escapa de ella.
Todo el universo discursivo se adecua a la máxima sartoriana sobre la tv: rápido, sencillo y divertido. ¡Y cuanto más, mejor! El objetivo de todo contenido, entonces, será que Ud., sujeto, quede sujetado la mayor cantidad de tiempo posible frente al vértigo incesante de imágenes y voces. Y lo logran, vaya si lo hacen. Según un informe del Comfer los argentinos, en promedio, dedicamos cuatro horas diarias a estar sentados frente al televisor. Razón suficiente para que el soporte en el que más publicidad se difunde sea: ¡Cooorrecto! Mire si le miento que la pauta publicitaria de TV abierta y de cable en 2009 llegó a 4.242 millones de pesos, 16% más que el año anterior. Ergo, cuanto más tiempo pase Ud. frente al televisor, mayor será la capacidad de facturación de dichas empresas. La preeminencia en el sistema televisivo de señales comerciales que se gestó en los ’90 nos permite comprender, sin ser demasiado avispados, por qué tenemos la televisión que tenemos en la Argentina hoy.
Poco importa que se trate de un noticiero, un drama o dibujos, cuando el único que determina el contenido es el mercado y solo él, el objetivo de todo discurso será vender. Poco importará qué, ni cómo, mucho menos que aquello que vemos sea cierto o tenga alguna utilidad, lo único realmente relevante será que Ud. no se vaya... porque después de estos comerciales... ¡enseguida volvemos!.

Adolescentes Casi ángeles
La pantalla chica presenta diversas novelas destinadas al público más joven. Las fórmulas se repiten. Adolescentes a lo Cris Morena que aunque huérfanos viven en dinastías paradisíacas, visten las mejores ropas y asisten a colegios privados ABC1 donde casi siempre hacen comedia musical.
Por: Jimena Arnolfi, jarnolfi@miradasalsur.com
La declaración fue en Aló Presidente”, se comentaba en la reunión de sumarios de la redacción de Miradas al Sur: “Les voy a pedir que hagamos telenovelas socialistas, que sean bien distintas a las capitalistas”, dijo Chávez, dirigiéndose a un director de cine y un guionista invitados a su programa de televisión dominical. El presidente venezolano se reconoció adicto a los culebrones, pero comentó que su país debería seguir el ejemplo de Cuba donde las telenovelas transmiten valores sociales y revolucionarios.
¿Cómo sería una telenovela socialista? Quizás la chica pobre no se casa con el chico rico sino al revés: el chico rico renuncia a la vida en el country y se suma a la revolución proletaria junto a la chica pobre, y así come perdices, descubre el amor y la lucha de clases. Amores capitalistas, marxistas o neoliberales. Ésa es la cuestión. Bueno, he aquí la anécdota, ahora recortemos el tema y pensemos en las novelas argentinas para adolescentes.
Un mundo ideal. Durante la tarde, la pantalla chica presenta diversas novelas destinadas al público más joven. Las fórmulas se repiten. Adolescentes a lo Cris Morena que aunque huérfanos viven en dinastías paradisíacas –hogares de niños muy de ciencia ficción–, visten las mejores ropas y asisten a colegios privados ABC1 donde casi siempre hacen comedia musical. También tuvimos a Patito Feo en algún momento, que vivía en un country, su colegio era el Prettyland School y su compañerita de curso era Antonella, una chica rica que hacía alardes de sus viajes a Nueva York, gustaba del sushi y hablaba con papa en la boca.
Los guionistas suelen argumentar lo esperable. Estas ficciones buscan entretener y distender a la audiencia de los verdaderos problemas de la vida real. Temáticas sentimentales ambientadas en countries, mansiones y mundos alambrados. Está a la vista: Las ficciones para adolescentes aspiran al ideal de la clase alta.
El reviente. Por otro lado, tenemos los programas periodísticos que reflejan la adolescencia “marginal” –término detestable: nada es marginal naturalmente, si es marginal es porque alguien está marginando–. Formatos como Policías en acción y GPS muestran la perdición juvenil en los barrios del conurbano a puro paco y cartón y si no, la juventud más clase media en la costa –muy verano– empastillándose en el boliche de turno. Imágenes que no tardan en causar impacto repulsivo.
El doctor José Sahovaler, especialista en niños y adolescentes y autor del libro Psicoanálisis de la televisión (Ediciones El Otro) se refiere a la mecánica y relación entre estos programas: “Mientras Policías en acción alecciona y muestra lo que no hay que hacer, Casi Ángeles y Patito Feo tientan a los chicos con el mundo de la abundancia. Después de Menem, el ideal a conseguir no es la clase media, tener estudios, etcétera, sino acceder al modelo “pizza con champagne”. Éstas son las dos formas de ser adolescentes que muestra la TV. La TV como un poderoso instrumento para la difusión de la cultura, la información y el entretenimiento. La TV como un poderoso instrumento para el ejercicio del poder.
“La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.” Ya lo dijo Fellini.

¿Qué demonios es el rating?
El sentido común replica las mediciones de audiencia que se mencionan en los programas de tv, radio o diarios.
Por: Diego A. Ontiveros*
Recuerdo a un vecino que siempre me comentaba: “Yo a Tinelli no lo veo, no le voy a dar rating”. La autenticidad de los deseos de poder dominar las mediciones es un querer oculto de los televidentes. Es similar a decir “no miro el cielo de noche para que no haya estrellas”.
La intención de estas líneas es explicar cómo funciona la medición de audiencias, cuáles son sus fines, quién realiza la investigación, que impacto tiene en la programación televisiva, y lo que el colectivo imaginario de las conversaciones entiende por rating.
Comenzando por lo último, el sentido común replica las mediciones de audiencia que se mencionan en los programas de tv, radio o diarios. “¿Viste a Fort?, tuvo un pico de 10,9 de rating” es vox populi. Las mediciones son tema de conversación, son foco de discusión tanto como cuánto se pagó por la transferencia de un jugador de fútbol.
Pero la finalidad del rating no es ser contenido de charlas informales, sino que es una construcción de cómo evoluciona el consumo de la televisión, y es el resultado de una investigación realizada sobre una determinada franja horaria.
¿Cómo se hace esta media research? Mediante la colocación de un dispositivo electrónico conocido como people meter que se instala en un panel de 810 hogares que fueron seleccionados por estadística para monitorear el consumo de la pantalla chica. Este aparato permite que el televidente de cada hogar informe quién está frente a la tv. Automáticamente se está registrando en la medición qué canal y qué tiempo permanece. La medición tiene en cuenta cuántos televisores hay encendidos en el total del panel. El cálculo se realiza tanto para canales abiertos como para canales de cable.
El anglicismo rating significa “cuota de televidentes frente a la caja de cultura audiovisual”.
En la Argentina, la medición la realiza la compañía brasileña Ibope Argentina, que es el acrónimo de Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística. Es la única empresa que mide el rating, con el inconveniente de que no hay otra empresa que compita con ella. Sí hubo competencia hasta la fusión de las dos empresas del sector (Mercados y Tendencias) hace una década. La calidad de la labor de Ibope está auditada por la Cámara de Control de Medición de Audiencia (CCMA).
El llamado de atención es que lo mejor que le puede suceder a un sector del mercado es que haya competencia para que se pueda elegir qué cifras comprar para la toma de decisiones de dónde publicitar.
Los clientes que compran las mediciones no son los periodistas de espectáculos (aunque sí las difunden), sino los propios medios de comunicación audiovisual, las productoras de contenidos, las agencias de publicidad, los anunciantes y las centrales de medios.
Lo que se sumó en los últimos tiempos es la llamada medición on line, es decir, el minuto a minuto.
Este real time impacta de manera directa sobre la programación, se compara con la competencia y se ingresa en una guerra por la obtención del deseado rating, muchas veces castigando la calidad de los contenidos.
El objetivo de todos los canales es mantener o incrementar la cuota de audiencia, es el leitmotiv del rating, que más que un demonio es un dios.

*Docente UBA, UP, UB, Consultor de marketing


Dibujo: Alfredo Sabat, Diario La Nación

Fuente: Diario Miradas al Sur

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